«Diseñar ha sido parte de mi vida desde que era pequeña. Estaba siempre en mi habitación dibujando y creando cosas. Creo que soy analógica por naturaleza. Como diseñadora de interiores necesito estar en todo el proceso. Cuando nos mudamos aquí hace 14 años, quería poner mi propio sello.

Cuando diseño un espacio, lo más importante son las conexiones y los niveles. Mi casa, y cualquier otra, están en constante movimiento. Nosotros y nuestros hijos cambiamos, los espacios cambian y debemos adaptarnos. Así que siempre hay algún proyecto en marcha en todas partes. Mi casa es la plataforma donde pruebo las ideas. Puedo ver un color en algún sitio y se me queda grabado ; después intento aplicarlo a las telas, la pintura, en las muestras o las baldosas, en un proyecto nuevo. Es como hacer una macedonia de fruta y mezclar lo dulce y lo ácido. Lo que busco es encontrar algo inusual. Siempre hay una constante: viejo y nuevo, encontrado y recuperado. Ya sea retapizar algo cuando haga falta durante su vida útil o mezclarlo con nuevos muebles».

«Todo tiene una historia. Hace más o menos un año conseguimos una de las férulas de contrachapado originales de Eames, que llevábamos años buscando. Está en el comedor. La gente pregunta qué es y entonces les explicamos de dónde procede y cómo llegó a nuestra casa. El arpa irlandesa de mi madre, que ella tocaba desde niña. Me la traje de Irlanda. Nadie en la casa sabe tocarla pero me gustan los recuerdos que evoca».